Empieza a generar debate el ensayo de Ignatieff recogido aquí en dos versiones. Matthew Iglesias no entiende el sentido del argumento. Se siente aludido y reacciona defensivamente: percibe el artículo como una descalificación del pensamiento universitario y sale en defensa de los profesores que se opusieron a la guerra. Ese no es el razonamiento de Ignatieff. No se trata de un cuestionamiento al pensar académico sino una advertencia sobre el conocimiento soberbio. Henry Farrell en un blog inspirado por una línea queridísima por Isaiah Berlin entiende mejor el hilo del argumento. Ignatieff reconoce su error por pensar que la ejecución de ideas es una tarea subordinada del debate propiamente intelectual. Norman Geras cree que el atractivo de las ideas interesantes es exagerado en el argumento del diputado canadiense. Katha Pollitt se une a los indignados por el texto de Ignatieff.
Ignatieff no coloca el juicio del político por encima de la teoría del científico. Llama a la duda. Invita simplemente a leer a Montaigne: ¿para qué sirve la ciencia a quien carece de inteligencia?
Hola Chucho,
Es interesante observar cómo una parte de la reacción crítica contra el artículo de Ignatieff se basa en un problema semántico.
Ignatieff utiliza varios términos para referirse al tipo de personas cuyos hábitos mentales considera adversos al "buen juicio político": comentaristas, académicos, pensadores profesionales, intelectuales, politólogos, etc. Dice que a este tipo de personas, a diferencia de quienes cultivan un "sentido de la realidad", les importa más lo interesante que lo verdadero, que se enfocan en lo general y desdeñan lo específico, que prefieren jugar con grandes ideas antes que lidiar con hechos concretos.
Yglesias interpreta el contraste que propone Ignatieff como una oposición entre "the mindset of academia versus the mindset of practical politics". Corregiendo en parte a Yglesias, Farell advierte que "there’s still something important to Ignatieff’s argument (which if it were properly articulated, would be more about public intellectuals than about academics as such)".
Me da la impresión de que Ignatieff pecó de descuido al elegir los términos del contraste: en un lado, comentaristas/académicos/pensadores profesionales/ intelectuales/politólogos; en el otro, políticos. Pero hubo políticos que decidieron invadir Iraq y hubo políticos que se opusieron a la invasión; hubo comentaristas/académicos/intelectuales/etc. que apoyaron la invasión y hubo otros que la rechazaron.
Una parte de la crítica, pues, se basa en el malentendido al que se presta el descuido semántico de Ignatieff. La diferencia no es, evidentemente, la profesión (políticos, académicos, intelectuales públicos, etc.) de las personas. Por eso habría que leer a Ignatieff, insisto, en clave Hirschmaniana: la diferencia es entre dos "estilos cognitivos".
(En la siguiente dirección encontré el ensayo de Hirschman, "La búsqueda de paradigmas como un impedimento para la comprensión":
http://www.educ.ar/educar/servlet/Downloads/S_BD_DESARROLLOECONOMICO/PD000120.PDF
Curiosamente, para ilustrar los dos "estilos cognitivos", Hirschman recurre a dos libros escritos por académicos: James Payne y John Womack).
Muchos saludos,
cbr
Publicado por: Carlos Bravo | 07/08/2007 en 02:04 p.m.