Las campañas negativas serán desagradables pero son indispensables en una contienda libre. Nuestros profesores de civismo siguen escandalizándose con una práctica que han proscrito. El politólogo John G. Geer ha escrito un buen libro en su defensa
. La editora del libro ahora pone en red un pequeño salón de la fama del ataque político en Estados Unidos. El museo incluye el ataque más efectivo, el menos influyente, el contraproducente, el más antiguo y el más famoso.
¿Dónde?, pero, de verdad, ¿Dónde está aquél joven estudiante que no podía concebir una buena política si no iba acompañada de la ética? No Chucho, si leyeras el libro de Geer con los ojos de quien eras hace nos 20 años, te darías cuenta de inmediato que los principales argumentos del autor para defender las campañas negativas ("ayudan a hacer relevantes los temas a discutir en la elección y que brindan al elector con valiosa información") son absolutamente falaces. Las campañas negativas se encargan de desinformar al elector. En todos los ejemplos que quieras ponerme de propaganda negativa verás presentes la exageración, la mentira, la tergiversación, las verdades a medias, la manipulación. Es el caso, por ejemplo, de los célebres videos que Geer pone en su museo: la niñita deshojando una margarita que es abruptamente interrumpida por un cataclismo nuclear, Horton el violador dominical, el oso de Reagan, lo refugios antiatómicos de Mondale, en todos están presentes la desinformación y verdades a medias. ¿Eso es informar? Digo, te pregunto a ti que eres un analista serio.
No amigo eso es manipular, eso es faltar a la ética que tú antes tano ponderabas en política. Las campañas negativas desinforman al electorado, lo desalientan, y atentan contra la democracia al basar las estrategias electorales en la divulgación de mentiras y al desterrar la ética para entronizar métodos exclusivamente instrumentalistas. “Lo importante en unas elecciones es ganarles, y yo las gané” dijo, célebremente, alguna vez Nixon. ¿Tú ahora suscribes esto? ¿Todo se vale: calumniar, mentir, exagerar? ¿Para eso somos demócratas?
Y ya que hablas de libros, me permitiría recomendar a tus lectores los clásicos de Poison Politics: are negative campaings destroying democracy? de Kamber, o el Going Negative de Ansolabehere y Iyengar, ambas obras enfatizando la trascendencia de la ética, no las visiones instrumentalistas. Menos académico, pero muy interesante desde el punto de vista de quien quiere conocer cómo estas campañas con la visión exclusiva de cómo ganarlas, es Gong Dirty the Art of Negative Campaigning
¿Dónde estás Chucho? ¿Dónde?
Publicado por: Pedro Aguirre | 03/03/2008 en 03:29 p.m.
Réquiem conmovedor, Pedro.
¿En el amigo muerto que lloras estaba la idea de que las campañas electorales son proveedoras de verdad? Si ese es el caso, que en paz descanse.
Tu impostada indignación con la negatividad sería candorosa si fuera auténtica: ¡ahora resulta que la estrategia positiva es una cruzada de veracidad! "Yes we can" es verdad, mientras que "No, she shouldn't" es mentira. Los negativos corrompen la democracia, mientras los positivos la enaltecen.
Publicado por: jshm | 04/03/2008 en 10:09 a.m.