Hace unos días apareció una nota en la prensa norteamericana dando cuenta del caso de una mujer incapaz de olvidar. Jill Price recuerda todo lo que le ha pasado. Podría recordar, por ejemplo, que el 22 de noviembre de 1973 fue jueves, que se levantó a las 8:20 y leyó en el periódico una nota sobre un incendio; podría recordar con toda claridad que llovió por la tarde, que comió una sopa de lentejas, que le llamó a su hermana por teléfono y que vio una película muy aburrida en la televisión. Su memoria almacena todos los días de su vida y no es capaz de descartar vivencia alguna. Recientemente publicó en un libro su experiencia. El libro se titula simplemente La mujer que no puede olvidar y relata ahí su excepcional vida sin borraduras. Los médicos han bautizado esa condición como síndrome hipertiméstico: exceso de recuerdos. El caso evoca de inmediato al Funes de Borges, triste personaje que almacenaba en su cabeza más recuerdos que los que habría tenido toda la humanidad desde que el mundo es mundo. Ninguna biblioteca, ninguna red de datos podría acumular la información de un hombre si es que retiene todo lo visto, todo lo olido, todo lo escuchado. El tesoro de sus recuerdos registraba todo lo que había encontrado a lo largo de su vida. “Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que había percibido o imaginado.” Cada planta era contemplada como un ser único, irrepetible. Por eso la abundancia de su memoria bloqueaba la comunicación y el pensamiento: Funes era el solitario espectador de un universo insoportablemente preciso. Una memoria sin aparato digestivo nulifica la inteligencia. “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.” Pensar es olvidar. Vivir también.
Pero no demasiado, habría que agregar rápidamente. Pensar también es recordar. Y una vida sin recuerdos parece la experiencia de los cadáveres. Lo arguye persuasivamente el historiador inglés Tony Judt quien ha publicado recientemente un libro que reivindica los deberes de la memoria. Como anticipa su oficio, no lo hace como elemento de salud psicológica, sino como requisito de lucidez política. En Reappraisals, el académico recoge una serie de estampas sobre el siglo que nos empeñamos en olvidar. Los ensayos hablan de Europa y los Estados Unidos; del Medio Oriente y de la Guerra Fría. También incluye una serie de retratos intelectuales en donde se aprecia su extraordinaria elegancia crítica. Kolakowski, Hannah Arend, Primo Levi, Althusser o Hobsbawm. En este diálogo de textos se teje un argumento claro: ese siglo XX del que pretendemos desentendernos velozmente, sigue presente y más nos vale recordarlo.
Tony Judt ha ido ensanchando el marco de su estudio. Se inició como un historiador del socialismo francéspara convertirse en un paisajista de la historia reciente de Europa. El especialista se desata de sus amarres académicos y despega como ensayista. La zona de confluencia entre el poder y las ideas le ha atraído desde siempre. Hace exactamente diez años publicó un libro valioso sobre la responsabilidad del intelectual a través de las figuras de Raymond Aron y Albert Camus, y ahora denuncia la evasión del recuerdo. El pasado no es lastre sino advertencia. Argumenta que el regocijo del 89 puso en pie una estrategia amnésica. Olvidar lo más pronto posible el siglo XX se volvió un proyecto generalizado. Los apresurados convencieron al mundo de que el derribamiento del muro de Berlín inauguraba un siglo sin padres. Todo se presentaba inédito. Los triunfadores no tendrían por qué ensuciarse el cerebro con telarañas inservibles. Recordar el siglo del totalitarismo, el brutal siglo de las guerras, el siglo del fanatismo ideológico parecía una pérdida de tiempo: la historia había concluido. Se nos quiso decir que vivíamos una historia sin precedentes. Y los resultados son terribles.
Si hay abusos de la memoria, también los hay del olvido.
Pero Jill Price no lo recuerda todo en realidad:
"Yet Price has below-average memorization skills -- don't ask her to recite a poem or a math theorem -- and like most of us she relies on shopping lists and Post-It notes to jog her memory.
"When I first went to the doctors," Price said, "they were like, 'Oh, you must have been really good in school.' I went, 'Nope.' In fact, I hated school. School was very painful for me."
http://seattlepi.nwsource.com/lifestyle/363468_memory19.html
Publicado por: Aurelio Asiain | 21/05/2008 en 10:43 p.m.
Una de las cuestiones que siempre he pensado ayudan a los creativos es su excelente capacidad de olvidar. De esta manera cuando se les presenta de nuevo un mismo problema, pueden verlo con otros ojos y plantear distintas soluciones.
¿será correcto mi manera de ver este asunto?
saludos
Publicado por: Guillermo BA | 22/05/2008 en 02:46 p.m.
Sería bueno que tradujeran el libro de Tony Judt al español... ojalá y en España.
Publicado por: Fernando | 25/05/2008 en 01:20 a.m.
Para Aldous Huxley la acción fundamental del cerebro es olvidar. El olvido nos permite deshacernos de la información que es irrelevante para el proceso mental que nos compete en el momento. Por ejemplo, si queremos escribir un articulo sobre parques públicos, recordar lo que cenamos el dia posterior a nuestro cuarto cumpleaños es información inútil.
En "Las puertas de la percepción" Huxley argumenta que el cerebro necesita de azúcar para realizar esta función primordial, olvidar. El efecto de la mezcalina es interrumpir el flujo del azúcar y cuando recordamos todo lo que hemos visto al unisóno es cuando se nos abren "Las puertas de la percepción" y vemos las cosas como son "infinitas"...
Creo que Borges escribe sobre Funes pensando en el "Principios del Conocimiento Humano" que es una demostración de la existencia de Dios escrita por el obispo esclavista Inglés Charles Berkley.
Borges describe el argumento general de Berkley sobre la memoria cuando habla de que yo y un gato percibimos un objeto pero nuestros cerebros lo reinterpretan de manera distinta, cada quien construye su mundo, lo que entra dentro de la escuela de Schopenhauer y demás.
El problema medular es el de la abstracción, el concepto de, digamos, un perro, comunica poco sobre el perro. Yo digo perro y alguien se imagina un san bernado particular y alguien mas algún otro perro. La abstracción es la "muleta" humana del lenguaje que existe porque nos impide hablar de las cosas en su totalidad.
Esta distinción la hace Platón cuando habla el lenguaje de las cosas divinas, en donde no se dice pajaro, sino que el nombre divino es cada pluma y cada instante de vida del pajaro.
Esto lleva a Berkley a aborrecer del concepto abstracto, creo que es entonces cuando Borges imagina a alguien que es incapaz de conceptualizar porque siempre vive en la plenitud del pasado hecho presente.
Creo entonces que "Funes el memorioso" es una refutación literaria de la critica a la abstracción de Berkley.
Publicado por: Rodrigo Franco | 26/05/2008 en 06:02 p.m.
Hay otro antecedente muy interesante en la literatura sobre esa relación entre la memoria y el juicio en "La historia interminable" de Michael Ende. Aquellos que intentaron apoderarse de Fantasia con el Auryn perdieron finalmente todas sus memorias, y quedan como muertos en vida.
Publicado por: Daniel Irabien | 30/05/2008 en 02:15 p.m.
Hay otro caso muy famoso de una persona que no podía olvidar nada, que se hizo famoso de hecho gracias a que fue muy estudiado por el celebré neuropsicologo ruso Aleksandr Luria, el nombre del sujeto era Shereshevski. Aqui una breve reseña de ese caso:
http://luzrota.blogspot.com/2006/10/el-hombre-que-no-podia-olvidar.html
Publicado por: Gamaliel | 15/10/2008 en 12:27 a.m.