La música de John Adams parece mejor acercamiento a la tragedia que los alegatos. “On the Transmigration of Souls” es una obra para orquesta, coro y sonidos pregrabados. Más que un retrato de ruinas y vidas pulverizadas, la pieza es un compendio de escombros. Restos humanos, memoria, cascajo y esperanza compactados por un hondo dispositivo musical. Los registros emotivos de esta pieza son vastísimos. Los rumores de una mañana ordinaria, la gravedad de la Tragedia. El terror y la ternura; la fotografía de un hijo y el vértigo de los grandes números: vidas que se vuelven polvo de datos. Números que reencuentran su nombre.
Adams ha estado siempre preocupado por la manera en que el arte debe responder a la catástrofe. No es, en efecto, la primera vez que Adams aborda la muerte provocada por el odio. En 1991 estrenó “La muerte de Klinghoffer,” su ópera más polémica. El tema no podría ser más controvertible: el secuestro del barco Aquile Lauro que precisamente terminó en el asesinato del pasajero León Klinghoffer. Adams quiso retratar a sus personajes, incluyendo a los terroristas, como hombres de carne y hueso. Mientras la obra fue bien recibida en Europa, en los Estados Unidos fue denunciada como elogio del terrorismo. La ópera de los terroristas barítonos. La controversia llegó al punto de la censura. Adams se indignó: el arte no es un tranquilizante. Su función no es servir de consuelo. El arte también desafía, aguijonea. Prohibir los alfilerazos del arte sería rebajarlo a condición de pasatiempo.
La trasmigración de las almas es una obra más espiritual que política. Los nombres de las víctimas se suceden abrazando sonidos de calle para encontrar después aires de serenidad. Los elementos de la pieza no se suceden anárquicamente. Por el contrario, están compuestos de tal modo que lo mundano da pie a lo espiritual. El espacio es primero el de la ciudad. Pasos, motores, voces. De pronto, una voz, la voz de un niño repite una palabra: Missing. La ciudad es taladrada por la ausencia. Los nombres de los desaparecidos se suceden, entrelazándose con un coro antiguo y grave. Segmentos de papel, grabaciones interrumpidas, avisos, testimonios. “Era un día precioso.” “Recuerda.” “ Se veía tan llena de vida en esa foto.” “Si lo encuentra, favor de llamar al teléfono…” El terror se apodera del espacio. Una trompeta fatídica nos amenaza. Pero las voces emergen. La esperanza está en la recuperación de los murmullos ordinarios.
(Texto recuperado del 2006)
Muy buena obra para orquesta me fascinó muchísimo, es algo para escuchar en nuestras casas para sentirse totalmente relajado.
Publicado por: viagra online | 13/01/2012 en 12:42 p.m.