Tony Judt reflexiona sobre lo que sobrevive de la socialdemocracia. Queda poco de su optimismo pero mucho subsiste de su plataforma ética. Nos hemos acostumbrado a hablar sólo el lenguaje de la economía. Sólo vale lo eficiente y lo rentable. La socialdemocracia puede agregar preguntas y proponer respuestas que vayan más allá de esa lógica. El historiador
se detiene en la polémica entre Keynes y Hayek para describir los límites de una sociedad que se comprime en mercado. Su cita de John Stuart Mill es elocuente: "Nos resulta repugnante la idea de una sociedad vinculada solamente por relaciones y sentimientos que surgen de los intereses pecuniarios." Para nuestra desgracia, la economía se ha vuelto el único lenguaje de la política pública. Hemos olvidado así a los fundadores de esa ciencia moral. Frente a la idea thatcheriana de que la sociedad no existe, la socialdemocracia ha de afirmar su existencia--y hacerla posible, excluyendo la humillación. Si tiene futuro, dice Judt, la socialdemocracia será una "socialdemocracia del miedo." Invoca con eso el liberalismo del miedo de Judith Shklar
que anclaba su defensa de las instituciones y prácticas liberales como barreras a la crueldad. Ese sería el papel de la izquierda hoy. Si la socialdemocracia se ha convertido en la "prosa de la política contemporánea europea" requiere defensores, sobre todo ahora, que entramos en una nueva era de incertidumbre.
Como puede verse en este video, Judt pronunció esta conferencia montado en una silla de ruedas y enchufado a un respirador. Padece del mal de Gehrig que lo tiene paralizado. La enfermedad no es dolorosa, con lo cual, quien la padece, puede contemplar cómodamente "el progreso catastrófico de su propio deterioro." En el número más reciente del New York Review of Books habla de su enfermedad y describe el sufrimiento de no poder gobernar su cuerpo.
¿Y que opinaría este analista de los devenires socialdemócratas si conociera los comíco-patéticos experimentos perpetrados por los chuscos "socialdemócratas" mexicanos en los últimos años? Bebel y Kautsky deben estar revolcándose en sus tumbas (pero de las carcajadas, quizá).
Publicado por: El Oso Bruno | 05/01/2010 en 09:44 a.m.