Paul Krugman comentó hace unos días en su que no iría a Davos. Prefiero ver los datos que pasearme entre la Gente Muy Importante. Por su lado, Moisés Naim trata de despejar algunos mitos alrededor de la reunión: no es una reunión de plutócratas; no es un sitio de decisión, no es la catedral de la globalización capitalista; no ha perdido importancia. Timothy Garton Ash, asistente frecuente de esas reuniones desde hace años, le toma el pulso a la más reciente en un artículo que publica hoy El país y resalta el cambio de tono en la edición de 2011. Si antes Davos era un desfile de triunfalismo, hoy predomina el pesimismo. Hay que adaptarse a las circunstancias y dejar de soñar con lo irrealizable. La historia, concluye, está llena de sorpresas: "Las previsiones de Davos hace tres años, tanto las esperanzas como los temores, parecen ya muy poco realistas. Las de hace 10 años parecen pertenecer a otro mundo; las de hace 25 años, casi a otro universo."
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