Hace un par de años, tras las elecciones intermedias, el PRI tenía mucho que festejar. Gracias a su alianza con los verdes, se convertía, de nuevo, en la primera fuerza en la Cámara de Diputados. Había una nueva mayoría. El cambio no parecía menor. La cámara baja tenía ya un núcleo gobernante. El PRI y sus aliados tenían el control aritmético de esa asamblea. No necesitaban acuerdo con otros para conseguir la mayoría necesaria para aprobar una iniciativa. El acuerdo de los pactantes bastaba. De mantenerse esa alianza de tricolores y verdes, la cámara podría caminar, finalmente. Así lo festejó la entonces dirigente nacional del PRI: después de doce años como minoría, el PRI volvía a conducir la cámara baja. Pero para caminar no basta tener dos piernas. Es necesario decidir hacia dónde dirigirse. Eso es lo que ha quedado de manifiesto: el PRI puede recuperar el poder (en la Cámara de Diputados lo consiguió) pero no es capaz de trazar el rumbo. El PRI podrá ser la mayoría en la Cámara pero no sabe qué es lo que quiere. No puede seguir diciendo que no actúa por faltas del gobierno o por dificultades de la pluralidad. No ha hecho nada con su mayoría. Los priistas han asumido el control de la Cámara de Diputados para convertirla en asamblea del veto… hasta de sus propias propuestas. Que nada se haga es su convicción. Que nada se ha hecho es su orgullo.
El cambio de 2009 en la Cámara de Diputados no solamente benefició al PRI, sino a una camarilla en particular. El gobernador del Estado de México se convirtió, por el peso demográfico de su estado y, sobre todo, por el magnetismo de su candidatura, en el gran factor dentro del PRI. A él responden sin lugar a duda el liderazgo nacional del PRI y el liderazgo en la Cámara de Diputados. Sus operadores—así los llaman—son los agentes clave en cada pieza de legislación. De ahí que el político mexiquense se retrate indirectamente en la conducta y la palabra de sus enviados. Por Peña Nieto habla el rudimentario presidente del PRI. Por él hablan sus muchos voceros en la Cámara de Diputados que teorizan la conveniente postergación de todo. México es el país que puede detenerse hasta que ellos regresen. Enrique Peña Nieto podrá haber dado muestras de habilidad política pero no de visión. Habrá conducido con astucia y eficacia su relevo pero ha sido incapaz de ejercer dentro de su partido un liderazgo reformador. Hoy no puede menos que responsabilizársele de la parálisis legislativa que padecemos.
La improductividad es pródiga en excusas.
Después de mucho tiempo, el Senado logra acuerdos importantes para la reforma institucional. Todas y cada una de las piezas del cambio han sido discutidas intensamente en el país a lo largo de los años recientes. Nadie que haya vivido en el planeta de la política mexicana en la última década podría decirse sorprendido por lo que el Senado aprobó. Pero los diputados priistas reaccionan como si la reforma estuviera redactada en chino y necesitaran tiempo para la traducción. Arguyen que se necesita una reforma que le regale mayoría al presidente y que si no se aprueba eso, no se aprueba nada. Podrá hablarse de muchos pendientes de la reforma institucional pero esta reforma pasaba la página de las reformas electorales y entraba al capítulo de la gobernación democrática. Los cambios aprobados en el Senado eran importantes. Tendían a la profesionalización de la legislatura, oxigenaban el régimen de partidos, ventilaban la democracia con nuevos procesos y actores, llenaban un vacío peligroso que sigue amenazando la estabilidad del país. Ninguna ocurrencia, ninguna improvisación: reformas prudentes y, a mi entender, benéficas. Pero frente a la resolución del Senado, los diputados al servicio de Peña Nieto bostezan. Ésa es la respuesta de los priistas de la facción peñista: un bostezo público. No hay prisa, dicen mientras sepultan la reforma con su desdén.
Es probable que los priistas recuperen la presidencia. La pregunta del senador Beltrones es la adecuada: ¿para qué quieren el poder? Peña Nieto ha respondido en esta semana: lo queremos para tenerlo.
Preciso, ha expresado puntualmente lo que ya muchos sabíamos.
Publicado por: Pacorobledo89 | 02/05/2011 en 04:58 p.m.
Estupendo artículo, Chucho. Nos confirmas a una gran mayoría que tenemos razón para estar preocupados. ¿Qué hacemos? (Good question, don't you think?
Publicado por: Connie Roldán | 02/05/2011 en 05:34 p.m.
Por qué no volteamos los ojos al Estado de México, aunque sea tarde, para saber más de la antidemocracia que enorgullece al PRI. Seríamos engañados si nuestra noción de ese partido en su actual dominio se restringe a las páginas de sociales. Creo que si renováramos la mirada crítica para acercarnos al Edomex con ojos dispuestos al azoro antropológico podríamos nombrar algo de la incertidumbre que nos viene. El artículo de Jesús me parece una buena punta para jalar más y más el hilo hasta que los poblados y andurriales de Tecamac, Zumpango, Chimalhuacán, Ixtapaluca, Texcoco, Otumba, etc., etc., desplazen de nuestra atención los focos consagrados de importancia noticiosa para elucidar la fuerza profunda del fenómeno.
Publicado por: Juan Murillo Zermeño | 02/05/2011 en 07:38 p.m.