Desde hace un par de meses circula en librerías un libro importante. Es un intento de descifrar el “misterio” de los mexicanos. Ése es precisamente el subtítulo del nuevo libro de Jorge G. Castañeda: Mañana o pasado (Editorial Aguilar). Castañeda no intenta examinar tal o cual parcela de la vida mexicana, sino descubrir qué tipo de bicho es ese sujeto: “el mexicano.” Supone, pues, que existe tal personaje y que su naturaleza puede ser descubierta. El asunto no es trivial: todo cuelga de nuestra identidad. Nuestro problema es quienes somos, eso que llamamos el “carácter de nuestra cultura.” El autor advierte que el trabajo está pensado originalmente para un público norteamericano. Fue escrito originalmente en inglés para mostrarle a los estadounidenses quién es su vecino. Lo notable para un lector de Castañeda es la resurrección que ha hecho de la vieja, empolvada, mohosa literatura de lo mexicano que hace décadas capturó nuestra imaginación. El laberinto de la soledad, la pieza de Octavio Paz que peor ha envejecido, es el núcleo de sus apuntes sobre el México contemporáneo. También se asoman Jorge Portilla y su ensayo sobre el relajo; Samuel Ramos y su desafortunado psicoanálisis. La literatura de lo mexicano es un capítulo rico en la historia de nuestras ideas. Un capítulo con algunos hallazgos estéticos y disparates descomunales. Supongo que aquella búsqueda era una estación ineludible de nuestra cultura tras la conmoción revolucionaria, pero no alcanzo a entender su aporte a la sociología contemporánea. Como explicación ofrece poco, como guía para la acción política, nada. El argumento de los identitarios, con el que tropieza Castañeda, es que nuestra identidad, eso que él llama “carácter nacional”, es el factor que produce todas nuestras miserias. Nuestros desórdenes urbanos, nuestra política disfuncional, los monopolios, la corrupción se explican por lo que los mexicano somos. La historia o, más bien, sus mitos nos poseen. Si las leyes consagran el desbarajuste es porque ellas reflejan lo que somos. Si el PRI regresa es porque el PRI es México.
Mañana o pasado, el libro de Castañeda, es un ensayo de ayer o de antier. Recupera un enfoque del que afortunadamente nos habíamos desprendido: la idea de que nuestra alma irrepetible explica nuestras desventuras. Los identitarios del orgullo piden abandonar esas instituciones ajenas que habíamos copiado. Castañeda, por su parte, aconseja: “desmexicanícense.” Si México quiere ser moderno debe ser un poco menos mexicano, sería la cápsula de su mensaje. El argumento de Castañeda no es solamente conservador—una especie de espejo de aquel ensayo de Huntington sobre el peligro de esos mexicanos culturalmente incompatibles con Estados Unidos. Se trata también de un argumento inconsistente porque el propio Castañeda advierte de la transformación de las prácticas de los mexicanos que viven bajo otras reglas, con un horizonte de castigos y premios diferente. ¿Se transforma súbitamente el carácter nacional al cruzar la frontera? Si una línea provoca que los mexicanos se comporten distinto será que el “carácter nacional” explica poco. Estoy de acuerdo con lo que decía Tony Judt: “identidad” es una palabra peligrosa que no tiene uso respetable en nuestro tiempo. Sociológicamente, es un discurso banal. Somos quienes somos, tenemos lo que tenemos porque somos quienes somos; hacemos lo que hacemos porque somos quienes somos; vivimos como vivimos porque somos quienes somos. La sociología de la identidad no ofrece más que un circuito de confirmaciones, una repetición de lugares comunes, una trama de prejuicios. Puede encontrar ahí felicidad literaria o eficacia política pero, como explicación, ha sido y sigue siendo un fracaso.
Me temo que el discurso de la identidad es también incongruente con otros trabajos de Jorge Castañeda. Me refiero a textos más que meritorios como los que ha firmado con Héctor Aguilar Camín (Un futuro para Mérxico) o Manuel Rodríguez Woog (¿Y México por qué no?) en donde analiza los grandes nudos del desarrollo económico y político de México. Atendiendo su diagnóstico y su propuesta podrá verse que el lente de la identidad nada esclarece. Lo que importa es la red de premios y castigos; lo que cuenta es quién gana y quién pierde. Que no nos digan que el monopolio de Telmex refleja el alma mexicana. En el fondo, los argumentos de identidad, aunque se vistan de críticos, terminan siendo himnos: justificaciones, coartadas. Si padecemos los monopolios no es porque, desde de la colonia seamos enemigos de la competencia: existen los monopolios porque hay una red de beneficiarios de esa estructura, porque hay ganadores y esos ganadores tienen y controlan el poder. Que esos intereses se vistan con la fábula de nuestra identidad es parte de su éxito. Desprendernos de esas justificaciones es el primer paso para salir de ahí.
Estimado Jesús:
Estoy de acuerdo con tus argumentos. Considero que lo que escribes es, hasta ahora, la mejor crítica y referencia que he leído sobre el libro de Jorge Castañeda, y un aviso más y muy contundente sobre las perspectivas de análisis identitarias.
en hora buena y muchos saludos
Publicado por: Fernando Patrón | 15/08/2011 en 09:32 a.m.
Primera lectura.
Volviendo a Ignatieff, si los mexicanos fueran gente civilizada, honesta, esforzada, solidaria y asociativa, y con aspiraciones liberales, esto sería otro Canadá.
Curioso que escriba sobre identidad mexicana alguien sin identidad plena, o con apenas una identidad mexicana facultativa; que nos transmita sus impresiones aprendidas desde las torres de marfil del extranjero y las del Olimpo del altiplano, sin ver para abajo y menos haberse paseado por abajo.
Simpático que tan brillante, le brille su mexicanidad solo en lo rajón, en el no hay que combatir a la delincuencia organizada y el narcotráfico.
¿Concertacesión?
En fin tal vez México no pueda ser uno, una gran idea, por que la identidad mexicana no es una. Mucho menos es la identidad lo que piensan que es los que dicen pensar, y mucho menos es lo que idealizan los que redactan, y gobiernan, los instrumentos de la diaria convivencia.
Publicado por: FMGARZAM | 15/08/2011 en 11:13 a.m.
Pregunta a quienes escriben tanto la crítica, como los comentarios: ¿Ustedes ya se pasearon por abajo? ¿El Sr. Herzog ha bajado de su olimpo para tener una visión tan clara de lo que significa estar "social y económicamente jodido"?. Pregunto porque usted, Sr. Herzog, nació en pañales de seda... Al contrario de Castañeda (que usted dice no aporta nada sociológicamente), ¿qué es lo que usted aporta a los de abajo? Pregunta hecha con todo respeto, no es ataque ni mucho menos, luego ya ve que los mexicanos tendemos a sentirnos ofendidos cuando alguien no nos aplaude nuestras gracias. Ilústreme... Saludos.
Publicado por: Lucy Arroyo | 15/08/2011 en 09:52 p.m.
Nadie mejor que usted ha plasmado lo que muchos pensamos acerca del libro de Castañeda. Felicidades.
Publicado por: Jorge Mendoza | 16/08/2011 en 12:26 a.m.
Estimada Lucy Arroyo :
Respetable su opinión. Como lector de Jesús Silva Herzog Márquez le deseo externar mi punto de vista. Disculpe mi atrevimiento.
La posición socioeconómica no debe ser determinante para validar o invalidar quién tiene credenciales para opinar y actuar en ciertos ámbitos. De ser así, el exPresidente Lula da Silva de Brasil habría sido incapáz de poder entender y entenderse con las elites económicas brasileñas, aún con el peso de la investidura. Es un ejemplo que no procura equiparar las responsabilidades de un mandatario a las de un politólogo y académico. Hago mi punto.
¿Qué aporta Jesús Silva Herzog a los de abajo? Un analista o un crítico serio infiero que no hace reflexiones o críticas para dar gusto a nichos socioeconómicos específicos. A botepronto, se me ocurre pensar que un analista que le pide definiciones ideológicas y programáticas a los partidos políticos de centro izquierda ( por definir de alguna manera al PRI y al PRD )está aportando a que las opciones políticas determinen con cierta claridad, qué proyecto ofrecen a esos electores, que según encuestas serias, en muy alto porcentaje, son " los de abajo ". ¿ Qué nivel de impacto y trascendencia tiene esto ? Eso lo determina cada quién.
Le mando un respetuoso saludo.
Alberto Ovalle
Publicado por: Alberto | 16/08/2011 en 11:05 a.m.
Buen análisis del último libreo de Jorge Castañeda y el verdadero problema del mexicano: la necesidad de una red de premios y castigos que oriente nuestro actuar y desempeño. Vale la pena leer este artículoo de Silva-Hérzog M.
Publicado por: Luis Vilches | 17/08/2011 en 12:11 p.m.
"En el fondo, los argumentos de identidad, aunque se vistan de críticos, terminan siendo himnos: justificaciones, coartadas." "Desprendernos de esas justificaciones es el primer paso para salir de ahí."
Tienes toda la razón Jesús.
Si padecemos de todos estos males es porque somos una sociedad poco educada, somos poco educados porque al educado le conviene. Pero la identidad la tenemos sin duda, seguimos siendo agachones. Creo que poco a poco luchamos por quitarnos este estigma que traemos. México es un país que esta despertando, creo que estamos en camino de ser una mejor sociedad.
Publicado por: La Losa del Pípila | 17/08/2011 en 12:16 p.m.