El poeta Charles Simic extraña los días en que su buzón recibía cotidianamente un montón de tarjetas postales. Recuerda las imágenes turísticas y extrañas que paseaban por el mundo hasta llegar a su destino. También recuerda con nostalgia lo que se escribía en ese espacio pequeñito: joyas de la elocuencia y la concisión.
Aquí escribí sobre El monstruo ama su laberinto, uno de sus cuadernos de notas.
Hace algún buen tiempo, que no es mucho, pensaba, tuiteaba mejor dicho, que la única buena literatura o la elocuente quizá era lo que se escribía en las tarjetas postales. Las únicas letras rescatables. Ahora dudo en qué sentido pensaba son rescatables. No lo recuerdo, son un olvido. Mis absurdos.
Publicado por: Omar Alí Silva Alvarez | 07/08/2011 en 04:01 a.m.