Enrique Vila-Matas reflexiona sobre el sitio del pensamiento. Lugares que sirven para reflexionar, ámbitos que estimulan el surgimiento de la idea. Habla de la cabaña que Wittgenstein construyó para sí mismo hace un siglo.
En Skjolden logró aislarse y oír su propia voz y confirmó que se podía pensar mejor desde la cabaña que desde la cátedra. De hecho, empezó a dirigirse desde allí muy particularmente a quienes quisieran iniciarse en un nuevo modo de ver las cosas y no a la comunidad científica ni a la ciudadanía. (...) Exilado de la estupidez humana, al amparo del aire espontáneo de su refugio noruego, junto al fiordo Sogne, abrió con sus actitudes hacia la filosofía un camino: trató de comprender, no de juzgar; trató de convencer, no de demostrar. A lo largo de un año febril en el que no se cansó de alumbrar nuevos movimientos en su pensamiento ("¡entonces mi mente estaba en llamas!"), cambió la filosofía internacional, aunque el mundo hoy sigue igual, o peor: seguimos rodando en silencio y es imposible ver detrás del sol; pensar continúa siendo anómalo y sin duda faltan cabañas.
Fue el mismo filósofo quien dijo que “en la civilización de la gran ciudad el espíritu sólo puede retirarse a un rincón."
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