Podría pensarse que las imágenes que vimos no tienen ninguna relevancia social. Un hombre furioso pierde el control y descarga su ira contra otro. Agrede con las palabras más hirientes, insulta y golpea a una persona que no se atreve a defenderse. Sus compañeros, sintiéndose en condición de desventaja, contemplan la agresión sin hacer nada. Nadie confronta al pendenciero. Desde luego, en todas partes hay violentos que se encienden con cualquier desventura, por pequeña que sea. Si les sirven el café frío o demasiado caliente, le avientan la taza al que tienen en frente. En cualquier lugar puede aparecer el tipo que golpea a quien lo contradice o que insulta a quien lo mira. Es cierto: de un loco no podemos extraer lecciones de sociología. Pero, ¿no hay algo más que una patología personal en la breve cinta que se difundió recientemente? ¿Podría capturar algo más que una simple perturbación individual? ¿Dice algo de nosotros? Creo que sí.
Vivimos en una sociedad de la humillación. Humillación cotidiana, socialmente avalada, tan patente como invisible. El hombre acaudalado no ocupa entre nosotros simplemente una posición ventajosa para adquirir cosas, para darse lujos, para viajar, para disfrutar de su tiempo. El potentado se siente en una categoría superior que le asigna el derecho de tratar al otro como su vasallo, su esclavo, su trapo. La ventaja económica se convierte en un permiso para el atropello. El agresor capturado por la cámara está convencido de que los otros viven para servirle: existen para él y los suyos, no tienen más propósito que complacer sus caprichos. Cualquier reparo es la insubordinación inaceptable de un infrahumano. Lo más notable del video, lo más perturbador de la cinta que se conoció esta semana es la reacción de quienes contemplan el atropello. No hacen nada. No defienden al agredido, no contienen al agresor. Miran la escena y se alejan del rabioso. Con su respuesta parece que consienten de algún modo el atropello: lo padecen silenciosamente, resignados a una especie de régimen imbatible. Eso es lo que a mi juicio insinúa el video: se ha establecido entre nosotros un régimen de humillación que convierte en normal el atropello del rico, el insulto del acaudalado, el maltrato de quien tiene más. Uno ejerce el derecho a vejar, los otros tienen el deber de aguantar la descarga de odio, de desprecio.
El video del pudiente que arremete en contra de un hombre al que trata como basura, al que insulta con palabras y lastima con golpes es una cápsula de esa sociedad de la humillación en su expresión brutal, maniática. La sociedad de la humillación se expresa ahí, en la rabia de un hombre enloquecido. Pero la humillación no se afirma solamente en la locura de hombres como ése. La humillación es una experiencia cotidiana, la vivencia común, la normalidad de un país habituado a la impunidad ostentosa de una casta. La humillación es un hábito nacional. Tanto se ha enredado con nuestro paisaje que se confunde con la costumbre, con el lenguaje, con el humor. ¿No es nuestra televisión una gran maestra de humillación en sus expresiones de clase, de género, de raza? Los insultos que tanto indignan en boca del violento capturado por la cámara son las gracejadas cotidianas de nuestros comediantes en la televisión. Rutina es hablar del otro como objeto, hábito es tratarlo como animal.
El propósito central de la política, ha dicho el filósofo político Avishai Margalit, es combatir la humillación: fundar una sociedad decente donde las instituciones y las prácticas no humillen a nadie. Más que buscar la plenitud de la justicia, debemos esforzarnos en construir instituciones que traten dignamente a todos y regar una cultura que reconozca en cada individuo a un miembro de la misma familia. Una sociedad, pues, enérgicamente intolerante a cualquier gesto de humillación. Humillar a otro es arrebatarle con la palabra o la acción su condición de persona. Humillar a alguien es tratarlo como una cosa, como una máquina, como una bestia. Humilla la pobreza que estrangula y el paternalismo que nos trata como menores. Nos humillan los burócratas que nos ven como números y los fisgones que invaden nuestra intimidad. La utopía de la decencia es ganar, para todos, trato de humanidad.
"Humillar a otro es arrebatarle con la palabra o la acción su condición de persona. "
Publicado por: Pablo Melo Caraza | 16/01/2012 en 10:13 a.m.
Es un reflejo de la impunidad política y de justicia que existe en el país. Como no existe una aplicación de las leyes y reglamentos que sirven para que vivamos de manera armónica como sociedad, entonces los que mas relaciones, conocidos, influencias y dinero tienen, entonces son los que realmente tienen el poder e impunidad en no responder por sus actos ilícitos y el "estado de derecho" se convierte solo una frase de mercadotecnia electoral. Levantemos la voz como ciudadanos.
Publicado por: MaximoAfonso | 16/01/2012 en 11:04 a.m.
Y este fenómeno de la humillación es mas acusado en las sociedades autoritarias y desiguales, como la nuestra, que en las sociedades democráticas. El individuo en desventaja acepta la humillación porque se sabe inferior y sabe que lo puede perder todo, su libertad, su trabajo.
Publicado por: Victor M. Trejo | 16/01/2012 en 11:17 a.m.
La humillación en público a una persona produce indignación a los espectadores, la indignación produce un deseo de intervenir, si reprimimos ese deseo es porque hay un sentimiento mayor que nos paraliza y es el miedo.
Publicado por: Elba Santos Abunader | 16/01/2012 en 11:18 a.m.
THIS IS MY COUNTRY AND IT MIGHT BE YET,
BUT SOMETHING CAME BETWEEN US AND THE SUN.
Couplet de Edmund Blunden que Jorge Luis Borges le recitara a Christopher Hitchens...
Publicado por: FMGARZAM | 16/01/2012 en 11:51 a.m.
Hay agresiones más sutiles pero igual de graves: aquellas que se agazapan tras la indiferencia.
Uso el transporte público todos los días y contemplo cotidianamente la falta de solidaridad y de conciencia de muchos. Vivo con una discapacidad y cada mañana practico el deporte extremo de sobrevivir al traslado en Metrobús. Hoy ví a un usuario de silla de ruedas que tuvo que perder más de media hora en la estación para abordar.
Constantemente hay propaganda respecto del respeto a la perspectiva de género y lo aplaudo pero creo que hace falta enfatizar el llamado para vencer la "ceguera" -fuera de la temporada previa al Teletón- del usuario de transporte público para que mire con atención y respeto al prójimo que enfrenta la condición de discapacidad.
Tal vez parezca que es algo lejano a la vida de la mayoría pero lo cierto es que todos tenemos en la mano el boleto de la rifa del destino y no sabemos si nos tocará en suerte el premio de la discapacidad...
Publicado por: Mauricio Melgar Álvarez | 16/01/2012 en 12:55 p.m.
Hace unas semanas pensaba sin que hubiera sucedido este incidente, en la degradacion de nuestra sociedad viendo como cada vez mas, cualquier persona que paga por algun servicio o bien en un suepermercado,un restaurant u hotel se siente con el derecho de humillar, denigrar, maltratar a quien pacientemente le atiende, simplemente por la posicion que le da la necesidad del empleado y la suya de tener dinero para pagar. Este "clasismo" a flor de piel esta carcomiendo nuestra sociedad por todas las implicaciones que tienen estos hechos lamentablemente mas frecuentes. Para reflexionar ¿cada una de nosotros somos parte de este "clasismo" Rampante?
Publicado por: Oscar Aguilar | 16/01/2012 en 01:06 p.m.
Oigan vayan a ver mi análisis de J Edgar
afterpelis.blogspot.com
Publicado por: Fernando | 16/01/2012 en 01:31 p.m.
Jesus:
Hace unos meses adheriste a la idea de Aayan Hirsi Ali de que tenemos derecho al insulto. Pregunto ¿el insulto no es acaso una de las tantas formas de la humillacion? ¿No es arrebatarle a otro con la palabra su condición de persona?
Publicado por: Manuel Garcia Rendon | 16/01/2012 en 01:32 p.m.
Entiendo la decisión de Hugo Enrique Vera de aceptar dinero de su agresor, Miguel Sacal, como bien dices la pobreza asfixia a muchos en este país y los obliga a una doble humillación; primero los golpes, insultos, vejaciones y después la humillación de que con dinero todo se arregla.
¿Jesús y la otra humillación, la condescendiente? esa de algunos que creyéndose "superiores" les otorgan a los otros ciertos derechos, como si de un favor se tratara. Esa velada humillación es más complicada de identificar y combatir.
Saludos
Publicado por: Revovatsu | 16/01/2012 en 01:46 p.m.
"La utopía de la decencia es ganar, para todos, trato de humanidad." Me parece muy importante compartir esta reflexión, no podemos seguir educando sin partir de esta premisa del reconocimiento de la dignidad de todos ¡Gracias Chucho por ponerlo en palabras!
Publicado por: Marielena Hernandez | 16/01/2012 en 06:59 p.m.
Manuel García Rendón: te agradezco mucho tu comentario. Lo he pensado y no sé si me contradigo al defender, por un lado, la rudeza del debate público y esta noción del respeto. Creo que si se llevan las cosas al extremo son, en efecto, posturas incompatibles pero creo también que podemos pensar en un debate serio, rudo, quizá hiriente y, al mismo tiempo, sostener una idea de respeto por la persona--no por las ideas, creencias o fes.
Cuando Ayaan Hirsi Ali reivindica el derecho al insulto defiende el derecho de expresarse libremente, aún a costa de lastimar las convicciones del otro. No defiende el derecho de ofender lo que el otro es, sino lo que el otro cree.
Me parece que esa es la distinción: la humillación veja al otro por lo que es: por su raza, por su identidad sexual. La crítica (aún la insultante de Ayaan Hirsi Ali) ataca las creencias.
Habrá que seguir pensando en el tema. Por lo pronto te agradezco el recordatorio...
Publicado por: jshm | 16/01/2012 en 08:25 p.m.
ESTO VA MAS ALLA DE LA AGRESION FISICA Y DE LA ACEPTACION DEL DINERO DEL OFENDIDO, ES UNA DEMOSTRACION DEL ACTUAR DE NUESTRA SOCIEDAD, POR UN LADO LOS QUE NO INTERVINIERON PARA AYUDAR AL QUE SUFRE UNA AGRESION, POR OTRO LA DECISION DEL AGREDIDO DE ACEPTAR EL DINERO, DESDE LUEGO ES POR QUE DE ANTEMANO EL SABE QUE LEGALMENTE LLEVA LA DE PERDER YA QUE NUESTROS ABOGADOS Y NUESTRAS LEYES DE VENDEN AL MEJOR POSTOR, UAN VEZ MAS SE NOS DEMUESTRA A LA SOCIEDAD EN GENERAL, QUE NUESTROS ABOGADOS Y NUESTRAS LEYES TIENEN UN PRECIO MUY ALTO, GANA EL QUE TIENE DINERO, QUE LASTIMA QUE SIGAMOS POR ESE CAMINO, QUEREMOS TERMINAR CON LA CORRUPCION Y CON LA IMPUNIDAD, PERO CON LA CORRUPCION E IMPUNIDAD DEL VECINO MAS NO CON LA NUESTRA, ASI COMO VAMOS A ASPIRAR A UN BUEN FUTURO, VERDAD QUE EL PROBLEMA ES GENERACIONAL Y DE CONCIENCIA?
Publicado por: Rafael | 17/01/2012 en 09:55 a.m.
Como me hubiera gustado haber visto a ese prepotente detrás de las rejas y al ofendido tirarle el dinero en su cara. La dignidad no se compra.
Publicado por: Consuelo UpeguiSaskiaup. | 17/01/2012 en 06:08 p.m.
Es parte del paisaje cotidiano en este Pais y en esta sociedad injusta para el que tiene poco o casi nada, si es increible que nadir le ayudara y el mismo no se defendiera, pero es por no perder el trabajo.
Pense en los judios que no alzaban su voz ante sus torturadores nazis
Publicado por: Marisol Solis | 18/01/2012 en 10:38 p.m.
Es terrible que aun se permita que personas asi, se sientan con derecos de humillar al que menos tiene.. no es posible
Publicado por: Isa Alfaro | 19/01/2012 en 07:45 a.m.