La política ha extraviado el pensamiento. Edgar Morin está convencido de que se gobierna a ciegas. Mirando encuestas, reportes de expertos, informes de agencias internacionales, reaccionando al barullo de la prensa, la clase política decide a oscuras, sin palpar la complejidad de lo que toca. El triunfo de la modernidad ha significado la orgullosa conquista de la incomprensión. Nunca hemos entendido tan mal de la política como ahora. Ni siquiera somos capaces de percibir el efecto de Shakespeare, ha dicho Morin.
Al recibir el Premio Alexis de Tocqueville en 1989, Octavio Paz pidió poesía para la reconstitución del pensamiento político. “En las escuelas y facultades donde se enseñan las llamadas ciencias políticas debería ser obligatoria la lectura de Esquilo y de Shakespeare. Los poetas nutrieron el pensamiento de Hobbes y Locke, de Marx y de Tocqueville.” Las llamadas ciencias políticas se han dedicado a expulsar la imaginación del currículo. Morin comparte la desconfianza del poeta mexicano: ¿ciencia política? No: la política no será nunca explicada por una ciencia: es arte. Un arte terrible. “Por numerosos que sean los conocimientos en los que se basa, dice Morin, (la política) sigue siendo un arte, no sólo por la imaginación y la creatividad quer exige, sino también por su capacidad de afrontar la ecología de la acción. Saint-Just reveló sus dificultades diciendo: “Todas las artes han producido sus maravillas; sólo el arte de gobernar ha producido únicamente monstruos.”
El arte de la política comporta inevitablemente una apuesta, y por lo tanto, el riesgo con un principio de precaución.” Las llamadas ciencias políticas mandan la mitad de la historia a la nada. Confían en la flecha elemental de la causa y el efecto, imaginan el mundo como una mesa de billar: golpear con precisión una bola para que recorra el camino debido. La acción política no es ese palo que golpea a la bola. Es una pelota caprichosa que no sólo obedece al impulso de quien la golpea. Toda acción es una apuesta, dice Morin. Tan pronto se inicia sufre las imprevisibles interacciones del medio. La decisión escapa de inmediato de la voluntad de su iniciador, con frecuencia toma un sentido contrario a su deseo. Los pesticidas no solamente exterminan a los bichos dañinos al cultivo. También matan a los insectos necesarios para la polinización. La acción política es fricción constante con lo imprevisible. Lejos de suponer que el gobernante controla los hilos, habría que entender que todo acto político traiciona de inmediato al actor. Desde el primer momento “se abre una fosa entre el actor y la acción”. La decisión se fuga del cálculo del que emergió para copular con mil accidentes. Fue Maquiavelo quien entendió más profundamente eso que Morin llama “ecología de la acción”. La suerte, esa mujer a la que le gustan los jóvenes impetuosos, esa rueda que no se detiene nunca, ese río que se desborda sin avisos, controla la mitad de la historia. Al príncipe corresponde admitir en primer lugar, que no posee su decisión.
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muy cortito el Pensar el poder de este mes!
Publicado por: julian bazaldua | 01/11/2012 en 07:34 p.m.
Tal vez por eso la lectura de algunas obras de Shakespeare, como lo estamos haciendo en el ITAM con el cristal del "liderazgo" vayan teniendo sentido a estas alturas de la vida. Ulises Schmill, autor de dos magníficos ensayos, cita aquello que está en las entrañas de la vida política: "Foul is fair and fair is foul" entre otras más.
Publicado por: Martín Casillas | 02/11/2012 en 07:26 a.m.