A propósito de la exposición de Joaquín Sorolla en el Museo Nacional de San Carlos, vale recoger lo que escribió Carlos Pellicer, al ver los cuadros del valenciano en la Hispanic Society de Nueva York. En alguna carta a José Gorostiza (recogida en la correspondencia editada por Guillermo Sheridan), Pellicer escribe: “Corren las pinceladas del pintor, como el mar.”
“¿A dónde están Cézanne y Pisarro, Monet y Manet, Zorn y Sargent y el diablo y su hermano? No sé. Sorolla reina como un déspota, y el impresionismo es él exclusivamente porque es él el mayor pintor de esa manera de pintar. Este dueño de los trópicos pinta con fuego; de sus paletas al sol toma la luz, como si el sol fuera su propia paleta, y descompone los colores como la luz en el iris con la facilidad milagrosa de los fenómenos naturales. Sorolla pinta momentos, rara vez pinta horas. Se piensa en un prodigio cenital, que sintetizando una vida en un instante, la define así para siempre. Por esto el impresionismo parece que fue hecho para Sorolla. Ningún pintor ha sido capaz de tocar la luz como Sorolla. La luz canta al ser tocada, y las pinceladas corren ancha y largamente sobre la tela, como olas de color. Como el tiempo no puede detenerse, hay que pintar a tiempo. Así pinta este grande artista. (...) Sorolla está loco de luz. Y eso es incurable, felizmente.”
¿Mayor? Algo, aunque poco, de exageración en Don Carlos.
Don Joaquín tiene un grado superlativo al que pertenecen muy pocos, el de esos muy pocos que no merecen comparativa competitiva.
Publicado por: FMGARZAM | 21/03/2013 en 11:40 a.m.
Gracias de nuevo, Chucho!
Las palabras de nuestro gran poeta y escritor Pellicer "acarician los paisajes" del enorme Sorolla. Es una hermosa alegría que tengamos por un rato parte de su obra en México, para quienes reconocemos y admiramos su bendita e "incurable" locura.
Publicado por: Connie Roldán | 21/03/2013 en 03:24 p.m.