Este viernes se estrena Vuelve a la vida en salas de la Ciudad de México. La película se anuncia desde el principio como un accidente feliz. Por alguna casualidad, el director, Carlos Hagerman se enteró de la cacería de un tiburón inmenso en el Acapulco de los años 70. Maravillado con el relato, fue en busca de los testimonios necesarios para cocinar el guión de una película que retratara el encanto del puerto en esa época y la recontara la hazaña. Al recoger las voces de los testigos y protagonistas de la historia, se dio cuenta que no era necesaria la cocción. Así, crudos con el único condimento de la revoltura, sabrían mejor. La ficción estorbaba. En el borbollón de testimonios, de recuerdos, de anécdotas, estaba todo lo necesario para la cinta. Ahí estaban todos los ingredientes de Vuelve a la vida: ceviche azaroso y fresco que no es otra cosa que una leyenda entrañable.
Acapulco en los años 70; un buzo, una modelo de Vogue y una tintorera asesina. El personaje central es magnífico, inolvidable. Un buzo bohemio, mujeriego, con facilidad para la mentira y la parranda; un narrador excepcional que seducía a su oyentes con cuentos y fantasías. Un hombre libre que contagiaba vida. Acapulqueño con cuchillo a la cintura entregado al llamado de la aventura. Guía de Tarzán y de los Kennedy que nadaba en el agua como un pez, casi sin moverse; que se sumergía a las profundidades para salir con las manos repletas de ostiones. Se le conoció como “Perro largo” y fue una auténtica leyenda de Acapulco. La película borda el mito con palabras donde se confunden memoria y fantasía; admiración y cariño. De su vida y milagros hablan los que fueron tocados por él. La modelo de Vogue conquistada y transformada por el buzo apasionado y el hijo güero y pecoso que trajo con ella. Las muchas voces de un puerto donde había humor, piquetes de burla, pero nunca hostilidad.
La leyenda del Perro largo no es la del héroe solitario, el ídolo remoto y su corte reverente. La leyenda que se cuenta en realidad es la de una comunidad que gira alrededor de esa chispa vital. El coctel de afectos y recuerdos compartidos, de enseñanzas, de revelaciones. El verdadero protagonista de Vuelve a la vida es un Acapulco fabuloso—no por el revoloteo de las actrices de Hollywood o los pasatiempos de los turistas famosos, sino por la práctica de la camaradería natural, por la música de la amistad, por la famila. Hagerman tiene la elegancia de no recurrir jamás a la engolada voz en off que guía o, más bien, manipula la emoción del espectador, pero en la película hay mucho de nostalgia de vieja postal, una nostalgia que no se abandona al sentimentalismo, sino que evoca, delicadamente, la añoranza.
La hazaña medular de la película no es la del pescador solitario frente a un pez inmenso, sino la de una comunidad que se descubre derrotando a un monstruo. Perro largo y otras 25 personas logran arrancar al tiburón gigante del mar—entre carcajadas, tragos de cerveza y una buena mariscada. La cinta se aleja ahí del testimonio para abrazar el rito. No se queda en el recuerdo: celebra, revive, como anticipa el título. Reescenificar el pasado para transformarlo en fiesta, comunión. Cuando la directora francesa Agnés Varda se propuso filmar, ya octogenaria, una película sobre su vida, caminó hacia atrás frente a la cámara para desenrollar sus recuerdos. Habló, recordó, trajo fotografías y cintas viejas pero, sobre todo, se dispuso a reencontrarse ante la camara, a través de la cámara. La película de Carlos Hagerman sigue ese camino: no es solamente una evocación: es una ceremonia de gratitud. La película no es sólo una función para los espectadores. Gracias a la cámara, un grupo marcado por una lealtad cariñosa, unido al recuerdo de una proeza festiva, se reencuentra. A volver a la vida, nos invita la película. O a llegar a ella.
No he dicho lo importante. Este fin de semana dénse el gusto de ver Vuelve a la vida.
Pues ya de por sí tu reseña, Jesús, daba muchísimas ganas y el trailer confirmaba las buenas sensaciones. Desgraciadamente, la pésima distribución de la peli viene a dar al traste a mis intenciones: no es posible que Cinépolis sólo la estrene en ¡7 salas a nivel nacional! (2 en Acapulco, off all places, 2 en el centro del D.F., en Interlomas, en Perisur y en un cine de Guadalajara). Y cinemex va por lo mismo o peor. Queda patente el innegable apoyo al cine nacional de parte de las distribuidoras y la firmeza con la que se combate a la piratería. En finis...
Publicado por: Guillermo Cué Ramírez | 05/04/2013 en 12:37 p.m.