La presidenta municipal de Monterrey pidió respeto y tolerancia por sus creencias. Unos días antes había entregado la ciudad que gobierna a Jesucristo, a quien declaró la autoridad máxima de la ciudad. La alcaldesa había participado en un evento llamado “Monterrey ora,” organizado por la Alianza de Pastores. Ahí, enfatizando la solemnidad de una proclama, dijo: “Yo, Margarita Alicia Arellanes Cervantes, entrego la Ciudad de Monterrey, Nuevo León, a nuestro Señor Jesucristo. Para que su reino de paz y bendición sea establecido, abra las puertas de este municipio a Dios como la máxima autoridad. Reconozco que sin su presencia y su ayuda no podemos tener éxito real.” Esas fueron las palabras de la presidenta municipal de Monterrey: entregar simbólicamente la ciudad que gobierna a una deidad, declararla una autoridad superior a todos los poderes constitucionales y expresar su convicción de que sólo la intervención celestial puede salvar a la ciudad.
Cuando pide respeto por sus opiniones, la alcadesa se trepa en un tópico de la sensiblería contemporánea: todas las opiniones son respetables. No: las opiniones requieren mérito para ser respetables. Lo respetable es aquello que ha ganado nuestra consideración, lo que nos parece digno, aquello que calificamos como portador de un valor moral o estético. ¿Es respetable el discurso racista? No lo es. Tampoco lo es el discurso clasista, aunque se vista como instructivo de la decencia o el buen gusto. No son respetables el prejuicio del homófobo, la trampas del demagogo ni el embuste del farsante. Esa idea de que todas las opiniones son respetables es sencillamente absurda. Hay opiniones respetables y hay opiniones execrables. Ideas valiosas e ideas siniestras. No creo por eso mismo que la fe en lo inverificable sea, por sí misma respetable. La fe puede ser la mejor coartada del crimen y la persecución pero también un estímulo de bondad. De la creencia, desde luego, pueden derivarse lecciones, máximas, relatos llenos de sabiduría y profundidad—o llamados al degüello. Por eso digo que la fe, por sí misma, no merece respeto. Lo respetable, en todo caso, son los frutos de la creencia. Cualquier creencia exige, eso sí, tolerancia. No debe emplearse la fuerza para proscribir las ideas que nos repugnan o las ideas que consideramos nocivas. Tampoco es admisible imponer ideas a través de la coacción. Ni siquiera esas ideas execrables que hay que denunciar, combatir, ridiculizar han de ser prohibidas. Es que la tolerancia surge precisamente de la aceptación de que hay ideas detestables. No es producto de la cultura de la indiferencia sino, muy por el contrario, instrumento de una sociedad beligerante.
Cuando se pide respeto por nuestras ideas se nos pide que les reconozcamos mérito, que las apreciemos, que las celebremos, que advirtamos alguna luz en ellas—cosa que, tratándose de las declaraciones de la alcaldesa de Monterrey, me resulta imposible. No tengo duda de que las expresiones de la alcaldesa merecerían tolerancia—si no fueran expresiones de una alcaldesa. Cuando la presidenta municipal habla no se expresa un particular sino una persona que desempeña una función pública. Patrimonialismo espiritual. Como advertía Ignacio Marván hace unos días, la presidenta municipal de Monterrey no entregó la cocina de su casa a Jesucristo, le entregó retóricamente la ciudad que gobierna. Margarita Arellanes no fue electa por la Alianza de Pastores, sino por una comunidad religiosamente diversa: a ella debe el respeto que sólo se muestra a través de la neutralidad.
No importa si su fe es compartida por una mayoría, no importa si es vista con agrado o con indiferencia: es un atentado a uno de los principios elementales de la convivencia política moderna: la laicidad. Cuando la Constitución establece el principio de laicidad como el marco esencial del poder público exige a los funcionarios públicos un compromiso de neutralidad. Desde el Estado no se puede privilegiar ninguna religión. Las ventajas constitucionalmente prohibidas no son solamente financieras: beneficiar a una iglesia con fondos públicos; se trata también de ventajas simbólicas: construir el discurso público con las parcialidades de una fe. Creo que el principio de laicidad constitucional va un paso más adelante: más que la abstención, conmina al poder público a promover activamente la neutralidad. El Estado y sus funcionarios no pueden ser agentes de promoción religiosa.
El caso de la alcaldesa de Monterrey no es único. Otros presidentes municipales y el gobernador priista de Chihuahua han coqueteado con ese tipo de populismo religioso. Gobernantes entregando el territorio que gobiernan a santos y dioses. Denunciar estos atentados contra la laicidad del Estado mexicano no es chicotazo jacobino: es, además de una elemental defensa de la legalidad, el cuidado de un principio esencial de la convivencia. Tenemos muchos problemas. No creemos uno nuevo.
¿Una ultra-ultramontana en la presidencia municipal regimontana?
¿Y si la hubiera entregado a la Santa Muerte o Alá o El Chupacabras o El Chupacabritos o Al inombrable Maligno o a Richard Dawkins?
Caray. En esta ciudad desde el primer día se fundo una mentalidad en la sociedad muy diferente a "las otras", gente como uno, nuestros ancestros fincaron la convivencia en el tiempo moderno, de libertad, respeto y laicismo.
¿Are we human or are we matachines? (esa la inventé dedicada a Eduardo Caccia.)
Eso es de matachines, no de gente como uno.
Publicado por: FMGARZAM | 17/06/2013 en 08:35 a.m.
Excelente comentario, claro y preciso. Un enfoque moderno en defensa del laicismo contemporáneo, para rechazar los trances públicos de la alcaldesa.
Publicado por: Ricardo Moreno | 17/06/2013 en 08:43 a.m.
Regiomontana (error.)
Mi Papá contaba que un día, cuando niño, digamos de 5 o 6 años, entre 1928 y 1929, sus clasemedieros Padres lo llevaron al Santuario para que conociera a: la Virgen de Guadalupe*, la fiesta y la feria, los matachines y los tamales...
* Nuestra advocación de orígen y por obligación administrativa es La Virgen de la Purísima Concepción, luego inventaron La Vírgen del Roble, y luego llegó la de Guadalupe Mexicana, así se hicieron tres basílicas a ver cual pegaba.
Publicado por: FMGARZAM | 17/06/2013 en 08:55 a.m.
"No creo por eso mismo que la fe en lo inverificable sea, por sí misma respetable. La fe puede ser la mejor coartada del crimen y la persecución, pero también un estímulo de bondad. De la creencia, desde luego, pueden derivarse lecciones, máximas, relatos llenos de sabiduría y profundidad -o llamados al degüello. Por eso digo que la fe, por sí misma, no merece respeto. Lo respetable, en todo caso, son los frutos de la creencia."
Hay algo problemático en este comentario; me parece que por alto que el juicio de lo que es "tolerable" se basa también en creencias. Y es problemático porque entonces tiene que venir alguien "que sí sepa" a decir lo que debe ser tolerable. El razonamiento de la alcaldesa no da para tanto, pero en tantos juicios erróneos se basan las acciones públicas de muchos funcionarios.
Con todo lo demás estoy de acuerdo. Y sí podemos conjeturar populismo y deseo de "curarse en salud", algo así como prevenir el juicio público a la manera de Don Juan Tenorio: "Llamé al Cielo y no me oyó/ y pues sus puertas me cierra/ de mis pasos en la tierra/ responda el Cielo y no yo.
Publicado por: Cristina González | 17/06/2013 en 08:58 a.m.
Excelente columna. Me parece muy bien llamar la atenciòn de los ciudadanos para meditar sobre lo sucedido y, sobre todo, a aquellos funcionarios que tienen la tentaciòn de seguir por el mismo camino de entreguismo divino.... pero...
¿Y no se puede hacer nada para que alguna instancia oficial del Estado inicie un proceso que mueva a nuestras instituciones a definirse concretamente sobre este tema?
¿Què hay que hacer?, ¿A qué instancia hay que acudir como ciudadano para denunciar un arranque iluminado como el de Margarita?. ¿Ninguna instancia inicia un proceso de oficio en estos casos?... ¿Solo regañamos unos cuantos a la funcionaria entreguista, mientras su rebaño, sus votantes, la felicitan y la re-eligen para el siguiente puesto?
Publicado por: BLUE DEMON | 17/06/2013 en 09:13 a.m.
Soy liberal y agnóstico pero no me rasgo las vestiduras porque un alcalde entregue la ciudad a su Dios. Creo que en México hay una cultura de doble moral en este tema que viene desde el laicismo exacerbado callista y que confunde, por un lado, laicismo con anticlericalismo y/o ateísmo recalcitrante. Pero por el otro, no tiene empacho en entregar gobiernos, y recursos económicos, a una religión (que eso es, aunque lo nieguen) que se mueve en la oscuridad y se entrega al "gran arquitecto del universo".
Lo que a mi si me escandaliza, y no veo que los laicistas se indignen de igual forma, es que haya alcaldes y gobernadores que entregan sus municipios y estados al crimen organizado. Eso si tiene un efecto real, negativo, palpable y que afecta a la ciudadanía. Pero criticar eso si tendría represalias no como lo religioso pues, estoy seguro, que no esperan que les caiga un rayo por ser laicistas recalcitrantes, pero un plomazo si es más real.
Finalmente, lo único que logran esos laicistas trasnochados es hacerle más publicidad a Margarita Arellanes rumbo a sus aspiraciones al gobierno de NL. ¿Cuánta publicidad gratis le han generado? ¿O acaso creen que la mayoría del "pueblo bueno" verá como algo malo que se entregue la ciudad a Jesucristo? Están cometiendo el mismo error que la Iglesia Católica cuando critica a libros/películas que "atentan contra su fe": publicidad gratis que beneficia a la otra parte.
Publicado por: Dany Portales | 17/06/2013 en 10:11 a.m.
Me entusiasmó mucho la introducción de la teoría de la evolución en la educación, pero me sentí defraudada cuando en vez de interpretar correctamente las historias y superar supesticiones, se cortaron materias como Historia y Lenguaje. Deberíamos estar en la tarea de re escribir nuestra historia desde desde la civilización planetaria o Cosmopolis, como la modernidad Kantiana supuso. Kant dejó de lado las religiones, pero no una re-ligión natural del que usa públicamente su razón. Morin hoy habla de que es necesario una re-ligación, una tolerencia del humano planetario, y no de las supersticiones clericales en las que aún nos debatimos. Se hace necesario cultivar la opinión racional del organismo inteligente que se sabe parte de un mismo planeta y que a tal se integra en la civilidad, pero seguimos en la manipulación de opiniones por el capital, la iglesia, los gobiernos, las trasnacionales etc, y la educación, siempre queda pendiente. Cierto, no todas las opiniones son respetables...
Publicado por: Liliana Fort | 17/06/2013 en 06:35 p.m.
Jesús:
Tu abuelo fué Silva Herzog, tu padre Silva Flores, y por consecuencia tu eres Silva Márquez. Por que se cuelgan del Herzog? Creen acaso que si se firman sin él son menos o si se firman con él son más?
Publicado por: Marcos Rivera | 19/06/2013 en 01:46 p.m.
lll
Publicado por: Jose Vela | 26/06/2013 en 11:49 a.m.