La acusación la hace Hitchens en slate. Si hubiera una investigación judicial seria que investigara los casos de pederastia en Irlanda y en Alemania desembocaría en el Papa. Benedicto XVI pide el infierno para los homosexuales y las mujeres que abortan, ofreciendo terapia y empleo a los curas pederastas.
Christopher Hitchens
pasa revista a los diez mandamientos armado de un cincel. Los mandamientos habrán sido escritos en piedra pero les urge trabajo de editor. Necesitamos mandamientos para poner orden en un mundo poblado por genocidas, pederastas y teléfonos celulares. En Vanity Fair revisa uno por uno los mandamientos. El décimo, por cierto, es la invención del crimen de pensamiento. A pesar de que hay quien quiere que los mandamientos se inserten en los tribunales como guía intemporal de justicia, es claro que las órdenes no pasan la prueba del tiempo. Ética de nómadas cuya riqueza son propiedades y personas.
¿Qué hacer con los mandamientos? Los primeros tres, de obvia naturaleza dictatorial, deben desaparecer. No parece muy razonable que el miedo a un personaje todopoderoso sea fundamento ético. Honrar al padre está bien pero requiere el complemento: cuidarás a los menores. Los mandamientos octavo y noveno son impecables: No robarás; no levantarás falso testimonio. El código de Hitchens (un poco editado) se sintetiza así:
A cuatro años de la controversia por las caricaturas danesas, la Universidad de Yale publica un libro sobre ellas pero no se atreve a reproducirlas. Los lectores de Los cartones que sacudieron el mundo podrán adentrarse en la invesigación de Jytte Klausen que examina la orquestación de la protesta contra unas caricaturas que no podrán ver en el libro. Christopher Hitchens ha llamado la atención sobre la abdicación de la editorial. Valdría publicar de nuevo esta genial respuesta de Michael Shaw, caricaturista del New Yorker:
El exprimer ministro Tony Blair escribió hace una semana un artículo en The New Statesman para hablar de su nueva Fundación y de su fe. La religión ha sido esencial en mi política, dice. Al ejercer cargos públicos, no hablaba de mi fe, pero ahora siento la necesidad de hacerlo para contribuir al diálogo entre las religiones. Hitchens y Dawkins saltan indignados con las tesis del converso. Christopher Hitchens cree que Blair ha caído en la banalidad propia de una reina anciana. Richard Dawkins es menos generoso. Solicitando fondos para la fundación, Dawkins concluye: con tantos problemas causados por las religiones, ¿qué mejor solución que promoverlas?
Christopher Hitchens llama la atención de la Resolución 62/154 de Naciones Unidas contra lo que llaman "Difamación de las Religiones." La ONU entiende que no son solamente las personas las que necesitan protección sino también las ideas, especialmente esas que no buscan prueba: las creencias. La resolución identifica raza y religión, de tal manera que la crítica de la fe resulta equivalente a racismo. Hitchens hace bien en levantar la voz contra esa embestida de la sensibilidad que pretende censurar toda crítica a las religiones.
Hitchens se horroriza con la cruzada espiritual de Sarah Palin y su fanática aversión a la ciencia. El populismo anticientífico no es antielitista, dice Hitchens, es desprecio de la razón y envidia de la cultura. Mientras tanto, Foreign Policy reúne a un grupo para ofrecer asesoría a la candidata. Jiri Pehe, rector de la Universidad de Nueva York en Praga, le advierte: los tratados de no proliferación no tienen nada que ver con el control natal.
Christopher Hitchens no ha sido ningún obamista. Ha señalado los excesos de sus entusiastas y su elegante indefinición. Ahora llama a votar por Obama. Su decisión no se funda en la ideología sino en el contraste de personalidades. McCain ha resultado un viejo debilitado en lo físico y en lo cognitivo. Hitchens insiste en que Obama es un político sobrevaluado, pero frente al hombre que invitó a Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia, la opción es muy clara.
Christopher Hitchens ve la sombra de Dukakis en Obama: un corderito noble e inocente incapaz de encarar la rudeza de sus adversarios. Un orador salivoso y desdentado.
George Packer apunta en su blog que la disposición de Hitchens para hacerse torturar refleja lo peor del personaje: un exhibicionista que tiene una enferma necesidad de colocarse siempre en el centro de la atención pública. Pero también refleja lo más valioso de su ambición como ensayista: trabajar ideas que brotan de la experiencia. El verdadero problema es que Hitchens no tomó esos segundos como el inicio de una autocrítica.
Para Phillip Carter el atrevimiento es francamente estúpido. ¿Necesito quemarme la mano para enterarme que el fuego quema?
Christopher Hitchens, terco aún en su defensa de la invasión de Irak, apuntó en algún momento que se exageraban las denuncias de las torturas de los militares norteamericanos. Nada comparado con lo que ellos le hacen a los norteamericanos, decía. El editor de Vanity Fair le preguntó entonces al crítico si estaría dispuesto a pasar por las manos de los torturadores. Aceptó. Después de firmar un contrato, se sometió al waterboarding, una tortura de ahogamiento. Duró unos cuantos
minutos segundos. Aquí está su testimonio y abajo puede verse un video del experimento.
a RB.
Y a propósito del belicismo de Hitchens, acaba de anunciarse la aparición de este libro: Hitchens y sus críticos: el terrorismo, Irak y la izquierda.
en defender la invasión de Irak.
"El problema es la gente que piensa con la epidermis, los genitales o el clan."
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