Hace unos días registraba aquí el artículo de Steven Mazie sobre la pertinencia del pensamiento de John Rawls para perfilar las protestas en Wall Street. El artículo recibió una cadena de comentarios en el New York Times y una respuesta detallada en bigthink.com de Will Wilkinson. A juicio de Wilkinson, la teoría de Rawls es más radical, más anticapitalista, de lo que Mazie concede. Aquí responde Mazie.
Steven Mazie escribe en el New York Times sobre la protesta que sigue instalada en Wall Street. El filósofo que le hace falta al movimiento es John Rawls, sugiere. El teórico de la justicia simpatizaría con los manifestantes. El reclamo de la igualdad no tiene que recurrir a una inspiración ajena al liberalismo. Si los señores del té encuentran inspiración en Hayek y en Ayn Rand, los ocupantes de Wall Street deberían transformar la Teoría de la justicia en panfleto.
Libros de G. A. Cohen comentados en este artículo
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La raíz del capitalismo no es el robo: es el chantaje. Ésa es, en una píldora, la conclusión del último libro de G. A. Cohen. Rescuing Justice and Equality, el testamento de Cohen, es un trabajo formidable: una argumentación musculosa y ágil. Un ladrillo de precisa relojería conceptual. La reivindicación de la igualdad que hace Cohen es, al mismo tiempo, signo de lealtad y disidencia de su propia obra. Un relevo teórico que es, en el fondo, fidelidad a sus convicciones. Gerard Allan Cohen nació en 1941 en un barrio comunista de Montreal. Sus padres se cortejaron al calor de la lucha sindical. Desde muy temprano, la política fue para él una especie de religión: creencias intensas que forman comunidad. Como una religión, el comunismo dio a Cohen textos, rituales, himnos comunes de los que se prendió su fe y se tejió su identidad. Creció Cohen, pues, en la cultura de la convicción. “Fui criado en una familia comunista de clase obrera en una comunidad comunista en los años cuarenta en Montreal, bajo una muy fuerte doctrina igualitaria. Después de toda la historia privada que he vivido, permanezco adherido a las enseñanzas normativas de mi niñez, en particular, a la igualdad”. Cohen, sin embargo, no se entregó a la acción sino la filosofía de la política.
Su primera militancia filosófica fue, naturalmente, en la órbita del marxismo. Cohen se propuso arrancarle palabrería al materialismo histórico; limpiarlo de las grandes frases para restituirle claridad y fuerza. Non-bullshit Marxism: un marxismo sin rollo. Cohen emplea las herramientas lógicas y lingüísticas de la filosofía analítica para examinar el argumento materialista. Su primer libro fue una defensa de la imagen marxista de la historia. El desarrollo de las fuerzas productivas es el fundamento de la historia del hombre. Ahí está la base de las relaciones sociales, de la política y las creencias. La teoría de la historia de Marx. Una defensa es un largo pie de página a la idea que Marx expone en el famoso prólogo a sus Contribuciones a la crítica de la economía política: “en la producción social de su vida, los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. El libro de Cohen se convirtió muy pronto en un clásico del marxismo analítico, empeñado en desterrar las alucinaciones de la dialéctica para reconstruir racionalmente el edificio conceptual de Marx.
Con los años, Cohen se fue distanciando del materialismo histórico. Finalmente escapó de sus categorías, pero no de su afán justiciero. Perdió la fe en la inevitabilidad del socialismo pero no aceptó la receta liberal de la neutralidad. Dejó de encuadrar el mundo con el marco materialista, para examinar la arquitectura del liberalismo con el mismo instrumental lógico que había usado para racionalizar el marxismo. Se dio entonces a la tarea de someter a examen la propuesta filósófica de John Rawls. Durante años fue desarrollando su argumento en artículos académicos, en conferencias y cursos. Finalmente, expuso su teoría en Rescatando la justicia y la igualdad, publicado en 2008, unos meses antes de su muerte.
El título del libro habla de la urgencia de un rescate. Pero, ¿de quién hay que rescatar esos valores entrañables? ¿Quién los ha secuestrado? El liberalismo. A juicio de Cohen, el proyecto liberal —aún el más sensible a las demandas de igualdad— termina por sacrificar a la comunidad en aras de la eficiencia.
Para seguir leyendo el artículo, brincar a nexos...
Avishai Margalit, The Decent Society
, Harvard University Press, 1998
Avishai Margalit, The Ethics of Memory
, Harvard University Press, 2004
Avishai Margalit, On Compromise and Rotten Compromises
, Princeton University Press, 2009.
Hace más de 30 años, Avishai Margalit acompañaba al aeropuerto a su amigo, el filósofo de la Universidad de Columbia, Sydney Morgenbesser. Mientras esperaban el avión conversaban sobre las implicaciones de la teoría de John Rawls. A punto de abordar, el filósofo le dijo a Margalit: no nos hace falta una sociedad justa; nos urge una sociedad decente. La expresión se le metió a Margalit como una larva en el cerebro. No supo bien a bien qué querría decir con aquel calificativo, pero su intuición de la alternativa lo cautivó. Frente a la utópica arquitectura de la justicia, una apuesta modesta: la decencia. Desde entonces, el filósofo israelí ha esculpido una teoría blanda pero poderosa sobre la sociedad decente. A ella dedicó su trabajo más conocido titulado precisamente La sociedad decente.
La decencia parece una noción rancia, un concepto de naftalina para preservar los faldones de otros tiempos, pero nunca para ensamblar una teoría política ambiciosa y pertinente para hoy. Margalit no redactaba en aquel libro un manual de buenas maneras, sino un argumento para pensar el fundamento de nuestros arreglos sociales. Frente a los alegatos por la libertad y la igualdad, el teórico de la decencia construía un fino discurso en defensa de la dignidad. Una sociedad decente es aquella en la que cada uno es tratado como persona; es “aquella cuyas instituciones no humillan a las personas”. La sociedad decente es por ello la única residencia habitable. Bajo este lente, la humillación se vuelve el mayor despojo: el robo de mi condición humana. Humillar es expulsar a alguien de la familia del hombre, es tratarlo como cosa, como máquina, como bestia.
Cuidadoso en el pulido de los conceptos, Margalit busca también iluminar la experiencia concreta. De ahí que aborde distintos dominios de la decencia. En su ensayo se explora, por ejemplo, el alto valor de la privacía. Toda cultura funda refugios libres de la mirada intrusiva. Hasta los esquimales que se ven obligados a refugiarse en grupo dentro de un iglú procuran levantar murallas de silencio y oscuridad. Humillante puede ser también la burocracia que nos trata como tornillos en una máquina empeñada en robarnos tiempo. Humillantes la pobreza y el paternalismo.
Sigue acá...
Desde hace años, Michael Sandel, autor de Liberalism and the Limits of Justice
, una de las tempranas réplicas comunitarias a John Rawls, ha dictado un popularísimo curso sobre la justicia desde hace años en Harvard. Recientemente le ha dado forma de libro: Justice: What's the Right Thing to Do?
El texto explora las distintas aproximaciones a la justicia a partir de ejemplos concretos y razonamientos prácticos. En el New York Times Jonathan Rauch resalta sus virtudes pedagógicas. No abre caminos pero es capaz de arrancarle la hierba de la confusión. El Economist celebra también que el filósofo sea en este libro más maestro que militante. El curso tiene también una versión televisiva que puede verse en internet.
Se difunde (Norman Geras, Crooked Timber) la muerte de G. A. Cohen, un lúcido filósofo de la política en la mejor tradición marxista. Digo tradición porque la reflexión de Cohen se inserta en una comunidad viva, porque su obra es arraigada frescura. En 1978 publicó una brillante defensa de la concepción marxista de la historia que bien podría considerarse como la semilla del marxismo analítico. En If You're an Egalitarian, How Come You're So Rich?
con mucha gracia puso su marxismo a dialogar con el liberalismo de John Rawls. Hace apenas unos meses publicó su obra más ambiciosa: Rescuing Justice and Equality
, donde cuestiona la aceptación liberal de las desigualdades. Un argumento denso que puede catalogarse ya como una de las más atentas y severas lecturas de John Rawls.
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Aquí puede encontrarse una buena entrevista con él; aquí una grabación interesante y acá su famosa conferencia sobre incentivos, desigualdad y comunidad, donde empezó su esgrima con Rawls. En esta página de la Universidad de Oxford pueden encontrarse diversos trabajos en su honor. Aquí pueden oírse sus palabras finales y se le puede oír cantando, recitando poemas imperialistas e imitando a Churchill. Se cuenta que su conferencia de despedida en Oxford hace unos meses fue un genial despliegue de comedia filosófica. Cohen imitaba a su maestro Isaiah Berlin quien divagaba sobre la influencia del desatendido pensador Samuel von Pooped sobre el totalmente olvidado Hermann von Supine. En su gracia había entrenamiento: cuando era estudiante en McGill ganaba dinero haciendo stand-up comedy.
Al cumplirse cien años del nacimiento de Isaiah Berlin, han aparecido algunos libros importantes. El segundo volumen de sus cartas
está a punto de ser publicado. Se trata de una compilación de cartas escritas en 1946 y 1960, un periodo particularmente rico en la vida del historiador. El suplemento cultural del abc pesca algunos fragmentos aquí. Henry Hardy, el legendario editor de Berlin, no es solamente responsable del descubrimiento y la publicación de las cartas sino también de un volumen en homenaje al retratista: The Book of Isaiah: Personal Impressions of Isaiah Berlin
. En Literary Review, John Gray comenta las cartas. El aporte de Berlin, dice Gray no fue la construcción de un sistema para el liberalismo sino la pintura del liberalismo como una forma atractiva, valiosa de vida. The Economist, al registrar estas publicaciones recientes, encapsula su talento de una forma que recuerda una discusión reciente en este blog:
Pensadores como John Rawls defendieron los principios liberales con más argumento. Entre los historiadores intelectuales, Quentin Skinner habrá ayudado más a la profesionalización de la disciplina. Pero nadie tuvo el don de Berlin para dramatizar y personalizar ideas abstractas.
Se han publicado notas en El país, y en el Independent. Aquí puede escucharse una conferencia de Alan Ryan sobre Berlin. En itunes se pueden descargar algunas conferencias del propio Berlin, para constatar la velocidad y la gracia del "Paganini de las conferencias". Aquí se puede oir su conferencia sobre Herzen y acá su conferencia contra Rousseau.
En Prospect, David Herman, en severa reseña de las cartas, pregunta si la reputación de Berlin puede sobrevivir la publicación de su epistolario.
Fotografía de Steve Pyke
John Rawls escondió su vida en su obra. No habló mucho de sí mismo; buscó disolver sus convicciones en la aspiración de imparcialidad. Quienes lo conocían sabían que había sido formado en la tradición cristiana y que, incluso, había coqueteado con el seminario. Poco después de su muerte se descubrió en sus archivos un documentito titulado "Sobre mi religión" en el que describe sus encuentros y desencuentros con la fe. No se conocían, sin embargo, textos que recogieran sus convicciones en su etapa de creyente. Ahora ha salido a la luz un documento que había estado enterrado en el Departamento de Teología de Princeton. Es el escrito de un estudiante de veintiún años sobre la fe, el pecado y la comunidad. Ahora se publica como libro.
Joshua Cohen and Thomas Nagel reflexionan sobre el significado de esta pieza y encuentran que los ingredientes igualitarios y liberales de la teoría de la justicia de Rawls están presentes en esta pieza teológica. Tambíén su rechazo a la política vista como subasta de egoístas. El admirable edificio liberal de Rawls aparece, a la luz de estos textos, como secularización de una intuición religiosa y juvenil. Su defensa de la tolerancia no nace del escepticismo sino de su rechazo al empleo del poder para imponer la fe.
Owen Fiss ha rescatado una carta de John Rawls en la que defiende la muy norteamericana certeza de que el beisbol es el mejor de los juegos del mundo. El teórico de la justicia
encuentra en el juego del bat y la manopla una expresión de la imparcialidad tan cara para él. El terreno es un equilibrio perfecto que permite el prodigio de las jugadas; el juego no premia una ventaja corporal específica. El chaparro y el gordito pueden ser grandes jugadores de beisbol. El juego exprime todo el cuerpo y exige todos los talentos: rapidez y precisión; brazos y piernas. El beisbol es también transparente: todas las jugadas son visibles, no como el futbol americano basado en el ocultamiento de la pelota. Que no se anote con la pelota dispersa la atención dramática del juego: la bola no monopliza el juego. Y el tiempo, agrega Rawls, no se agota en el beisbol: siempre hay tiempo para quien va abajo.
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