Cincuenta académicos hablan de Dios.
Cincuenta académicos hablan de Dios.
En el artículo donde habla de su cáncer y en las entrevistas recientes que ha dado, Christopher Hitchens adelanta que la enfermedad no lo hará renegar de su ateísmo. Si acaso llegara a implorar a Dios, ya no sería yo quien lo haría, sino otro. Esa voz vendría de un cuerpo torturado y un cerebro consumido por la enfermedad. Damon Linker comenta esta postura en una nota publicada por el New Republic donde recuerda un pasaje de Primo Levi. Entré a Auschwitz ateo y salí de Auswitz ateo. De hecho, la experiencia confirmó mi dea de que la justicia trascendente no existe. Levi sintió la tentación de creer pero lo pareció indigno. Si sobrevivía, me habría sentido avergonzado de mi debilidad.
Linker advierte en estas dos tenacidades una idea común: la convicción de que uno puede acercarse a la verdad sólo cuando está en calma, cuando disfruta de la salud, cuando razona desapasionadamente. El hombre de fe, por el contrario, piensa que el sufrimiento puede acercarnos a verdades profundas, ésas que la comodidad oculta.
Escribe Fernando Savater ayer:
¿Son compatibles la ciencia y la religión? ¿Es compatible la poesía amorosa y la ginecología? La respuesta es la misma: claro que sí, mientras cada una no pretenda enmendarle la plana a la otra. No es prudente acometer una cesárea tras documentarse en Juan Ramón Jiménez o Rilke, ni recordarle a quien cree que un beso apasionado lleva al éxtasis que después de todo se trata de un simple intercambio de microbios por vía oral. Las leyendas y mitos religiosos nos ayudan a buscar un significado simbólico al mundo y a la vida, mientras que la ciencia nos aclara su funcionamiento natural. Por mucho que conozcamos el mecanismo de los hechos, siempre nos queda la pregunta por su sentido para nosotros, que va más allá.
La idea es sugerente pero, ¿admitiría el hombre de fe que su dios es un personaje literario?
El exprimer ministro Tony Blair escribió hace una semana un artículo en The New Statesman para hablar de su nueva Fundación y de su fe. La religión ha sido esencial en mi política, dice. Al ejercer cargos públicos, no hablaba de mi fe, pero ahora siento la necesidad de hacerlo para contribuir al diálogo entre las religiones. Hitchens y Dawkins saltan indignados con las tesis del converso. Christopher Hitchens cree que Blair ha caído en la banalidad propia de una reina anciana. Richard Dawkins es menos generoso. Solicitando fondos para la fundación, Dawkins concluye: con tantos problemas causados por las religiones, ¿qué mejor solución que promoverlas?
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