La estupenda película "La vida de los otros" sigue suscitando comentarios. Más allá de la reseña estrictamente cinematográfica que elogia o cuestiona la factura de la cinta, filósofos, historiadores y otros críticos han partido de la película para reflexionar sobre la naturaleza de las estructuras post totalitarias, de las redes del poder, de la banalidad del mal, los tratos con el pasado...
Timothy Garton Ash parte de la cinta de Florian Henckel Von Donnersmarck para recordar su trabajo en la Alemania del Este y su propia relación con el espionaje de la Stasi. En un artículo publicado por el New York Review of Books, aprovecha la película para regresar a la política de la memoria, su tema obsesivo. Al caer el muro, los alemanes encarararon nuevamente un pasado doloroso. A diferencia de los rusos, los servicios de inteligencia de la Alemania del Este no sobrevivieron el cambio de régimen. La Stasi desapareció y todos sus archivos fueron expuestos al aire. La KGB, por el contrario, fue fagocitada por el nuevo régimen. Garton Ash recuerda el encuentro con su propio expediente del que ha salido un libro
extraordinario (hay una traducción al español editada por Tusquets). La cinta que ganó el más reciente Óscar a la película extranjera, reconectó naturalmente al historiador con su experiencia. Garton Ash objeta detalles de la película: los trajes de los burócratas, el tono de los intelectuales del Este. Tampoco le resulta convincente la velocidad con la que los personajes cambian de piel, pero se reconoce conmovido por la película. Al final del día, lo que le parece más interesante es la manera en que la película embona con una actitud alemana frente a sus monstruos. "Ninguna nación ha sido tan brillante, tan persistente y tan innovadora en la investigación comunicación y representación ... de sus propios males pasados."
Por su lado, el provocador esloveno Slavoj Zizek es más duro con la celebrada película. A su juicio, rindiendo tributo al lugar común, "La vida de los otros" no logra retratar el horror. Los personajes le parecen estereotipos: el burócrata de partido es un cerdo corrupto, mientras que el héroe es un tipo honesto, inteligente y comprometido con el régimen. Las tres cosas, subraya Zizek no podían estar juntas--dos sí, pero las tres al mismo tiempo, nunca. Zizek prefiere "Adiós a Lenin," una comedia, a este "predecible melodrama." Tal parece que la condición totaliaria no ha encontrado director que la retrate para el cine.
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