La revolución no está siendo televisada. Se enciende y se trasmite en twitter. Algo así dice Timothy Garton Ash en su artículo más reciente.
Sobre ese mismo tema, resulta interesante este videoensayo sobre los blogs en Irán:
Timothy Garton Ash escribe hoy en el Guardian un ensayito sobre las rebanadas que se le han ido cortando a la libertad en Inglaterra so pretexto de la amenaza terrorista. Poco a poco, sin golpe súbito, el gobierno ha ido limitando libertades al punto de convertir la isla de los derechos en un régimen que no respeta la privacía. Garton Ash hablará en la Convención Libertad Moderna que organiza la protesta.
Timoth Garton Ash comenta en su artículo más reciente en el Guardian una peligrosa práctica que se ha propagado en el mundo: legislar la memoria. Parlamentos que dictan leyes para recordar de cierta manera el pasado. El Estado impone el deber de recordar, y de recordar de cierto modo. Quien recuerde mal puede ser castigado por el Estado. Alarmados por esa tendencia, un grupo de historiadores ha levantado la voz para declarar lo siguiente:
La historia no debería ser esclava de la actualidad ni escribirse al dictado de memorias en conflicto. En un Estado libre, no le corresponde a ninguna autoridad política definir la verdad histórica y restringir la libertad del historiador bajo la amenaza de sanciones penales.
A los historiadores, les pedimos que unan sus fuerzas dentro de sus propios países y creen estructuras similares a la nuestra y que, de forma inmediata, firmen individualmente esta declaración para poner fin a la deriva de las leyes sobre la memoria.
A los políticos, le pedimos que sean conscientes de que, si bien es responsabilidad suya mantener la memoria colectiva, no deben instituir, por ley y en relación al pasado, verdades de Estado cuya aplicación judicial pueda tener graves consecuencias para el oficio de historiador y para la libertad intelectual en general.
En una democracia, la libertad para la Historia es la libertad de todos.
El documento contra la policía de la memoria lo firman, entre otros, Carlo Ginzburg, Eric Hobsbawm, Jacques Le Goff y el propio Garton Ash. Libertad para la historia tiene esta página en francés.
Timothy Garton Ash describe a Obama como un genio de la vaguedad inspiracional. Encarará un enorme reto. Más allá de lo que se ha diho en estos días, no podrá, por la fuerza de su historia americana, ni por su oratoria magnética, cambiar a su país y cambiar al mundo. Tendrá que percatarse que la fuerza de su país en el mundo declina.
Timothy Garton Ash busca los paralelos entre el 68 y el 89. Una revolución cultural que, por fortuna (Cohn Bendit dixit), fracasó políticamente; una revolución política que resultó, más bien, restauradora.
Las fotografías de la izquierda provienen del archivo fotográfico de Václav Havel. Durante el 89 checo, el paralelo entre las fechas se hacía explícito.
Ian Buruma, autor de ese extraordinario reportaje sobre el asesinato de Theo Van Gogh
comenta la incursión de Bush en los terrenos de Herodoto. El presidente de Estados Unidos pronunció recientemente un discurso en el que justifica la permanencia de las tropas norteamericanas en Irak recurriendo a la analogía histórica. El argumento parece poco sólido:
Bush tiene razón al decir que a los pueblos de Oriente Próximo les gustaría ser tan prósperos y libres como los surcoreanos, pero su idea de que la guerra de Irak no es más que una continuación de las políticas de Estados Unidos en Asia es un craso error. Antes, en Asia y en Oriente Próximo, la estrategia estadounidense consistía en apoyar a los dictadores frente al comunismo hasta que sus propios pueblos los derrocaban. En Oriente Próximo, hoy, se ha vuelto más audaz y radical: invadir un país, destruir sus instituciones y confiar en que de la situación de anarquía posterior surja la libertad.
Timothy Garton Ash cree que la invasión ha sido el peor error de los Estados Unidos desde Vietnam, pero rechaza que la mejor opción sea salir de ahí cuanto antes. Eso es precisamente lo que provocan las malas decisiones: lo dejan a uno frente a siniestras opciones. El historiador del presente calibra los dilemas morales de la salida.
Timothy Garton Ash es el gran cronista de la nueva Europa. Le gusta que le llamen "historiador del presente." Retrató la evaporación sorpresiva del imperio soviético, noveló sin ficción las entrañas del espionaje alemán, narró la revolución polaca
, trazó bocetos de la Europa postcomunista
. Para él el Atlántico ha de ser visto como el río que une las dos orillas de Occidente--esto es, Estados Unidos y Europa.
Ahora se asoma a Brasil y desde ahí reflexiona sobre las dificultades para instalar la democracia en América Latina. Ha escrito su artículo más reciente a partir de una visita a Sao Paolo, impresionado por la desigualdad y la violencia. ¿Cómo puede subsistir el pluralismo bajo el imperio de la pobreza?
Brasil es, junto a India y Estados Unidos, una de las democracias más grandes del mundo. Es una auténtica democracia desde hace menos de 20 años, y ya ha superado la prueba del traspaso pacífico de poder entre partidos y presidentes rivales. Esta joven democracia ha sobrevivido a crisis económicas, un sistema federal de una complejidad chirriante y repetidos escándalos de corrupción. Cuenta con una prensa libre, vibrante y combativa. El ejército, que antes controlaba el país, ahora permanece en segundo plano. En muchos sentidos es un experimento esperanzador. Pero la pregunta que queda pendiente es durante cuánto tiempo es posible que se mantenga una democracia liberal con tales grados de desigualdad, pobreza, exclusión social, crimen, drogas y anarquía. En el país vecino, la Venezuela de Hugo Chávez, puede verse la permanente tentación populista.
En realidad, habría que preguntarse hasta qué punto se puede considerar que ésta es una democracia liberal, dados los extremos que coexisten en ella. El especialista legal brasileño Óscar Vilhena Vieira dice que no se puede hablar propiamente de imperio de la ley -uno de los elementos esenciales de la democracia liberal, a diferencia de la meramente electoral- cuando no existe una igualdad básica ante la ley.
La estupenda película "La vida de los otros" sigue suscitando comentarios. Más allá de la reseña estrictamente cinematográfica que elogia o cuestiona la factura de la cinta, filósofos, historiadores y otros críticos han partido de la película para reflexionar sobre la naturaleza de las estructuras post totalitarias, de las redes del poder, de la banalidad del mal, los tratos con el pasado...
Timothy Garton Ash parte de la cinta de Florian Henckel Von Donnersmarck para recordar su trabajo en la Alemania del Este y su propia relación con el espionaje de la Stasi. En un artículo publicado por el New York Review of Books, aprovecha la película para regresar a la política de la memoria, su tema obsesivo. Al caer el muro, los alemanes encarararon nuevamente un pasado doloroso. A diferencia de los rusos, los servicios de inteligencia de la Alemania del Este no sobrevivieron el cambio de régimen. La Stasi desapareció y todos sus archivos fueron expuestos al aire. La KGB, por el contrario, fue fagocitada por el nuevo régimen. Garton Ash recuerda el encuentro con su propio expediente del que ha salido un libroextraordinario (hay una traducción al español editada por Tusquets). La cinta que ganó el más reciente Óscar a la película extranjera, reconectó naturalmente al historiador con su experiencia. Garton Ash objeta detalles de la película: los trajes de los burócratas, el tono de los intelectuales del Este. Tampoco le resulta convincente la velocidad con la que los personajes cambian de piel, pero se reconoce conmovido por la película. Al final del día, lo que le parece más interesante es la manera en que la película embona con una actitud alemana frente a sus monstruos. "Ninguna nación ha sido tan brillante, tan persistente y tan innovadora en la investigación comunicación y representación ... de sus propios males pasados."
Por su lado, el provocador esloveno Slavoj Zizek es más duro con la celebrada película. A su juicio, rindiendo tributo al lugar común, "La vida de los otros" no logra retratar el horror. Los personajes le parecen estereotipos: el burócrata de partido es un cerdo corrupto, mientras que el héroe es un tipo honesto, inteligente y comprometido con el régimen. Las tres cosas, subraya Zizek no podían estar juntas--dos sí, pero las tres al mismo tiempo, nunca. Zizek prefiere "Adiós a Lenin," una comedia, a este "predecible melodrama." Tal parece que la condición totaliaria no ha encontrado director que la retrate para el cine.
El país traduce hoy (suscripción necesaria) el artículo de Timothy Garton Ash que mencionaba hace un par de días. Con todo y su crítica, formula una pregunta pertinente: "¿Quién está mejor, Gran Bretaña tras 10 años de Blair, Francia con 12 años de Chirac, Alemania con ocho de Schröder o EE UU en el séptimo de Bush?"
Tiene razón Timothy Garton Ash: toda carrera política termina en fracaso. Pero no todos los fracasos son iguales. El historiador de lo inmediato resalta los tres errores fundamentales de la gestión de Blair.
El legendario periodista polaco, Adam Michnik, publica hoy un artículo certero en El país sobre la política de la revancha en Polonia. Tras la conquista de la democracia, la cacería de brujas.
Las revoluciones tienen dos fases, la lucha por la libertad y la lucha por el poder. La primera saca de los hombres lo mejor: el valor, la honestidad y la fraternidad. La segunda lo peor: la envidia, la violencia, la desconfianza y el anhelo de venganza.
El revanchismo de los gemelos Kaczynski fue denunciado también por Timothy Garton Ash a principios de año. Dos convicciones sostienen su política: la integridad de la nación depende de la Iglesia Católica y las debilidades de la vida pública provienen de la incapacidad de limpiarla de quienes colaboraron con el antiguo régimen. El viejo tema no es nada viejo: el pasado nunca termina de pasar.
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